“DEBEMOS ENTENDER LA CONSECUENCIA COMO UN VALOR, PERO NO COMO UN VALOR EN SÍ MISMO; A CAUSA DE QUE ÉSTA PUEDE ORIENTARSE TANTO HACIA EL BIEN, CUANTO HACIA EL MAL”
Una reflexión sobre el tema “Ser o no ser consecuente” realizó el Doctor Sergio Rey en su espacio habitual de los domingos en TV Polar Noticias. Siempre en su estilo vehemente, profundo y conciso expresó lo que a continuación transcribimos:
“Cuando le atribuimos a alguien la condición de persona consecuente, surge en nosotros el pálpito de que este calificativo representa por sí mismo un valor. O sea, de modo casi mecánico, lo aceptamos como si de suyo significara una virtud inequívocamente deseable. Dicha impresión, desde luego, no podemos aceptarla de buenas a primeras. Ya que el ser consecuente, es una noción que amerita un análisis no sólo más amplio, sino que también más cuidadoso.
Entendemos que este atributo -la consecuencia-, implica estar en posesión de una cualidad propia y/o distintiva. En concreto, se trataría de un sujeto que actúa conforme a su discurso; o -infiero-, en perfecta sintonía con los valores que dice profesar: algo no común.
Tal cualidad, por supuesto, hace más predecible el comportamiento de dicho sujeto, porque reduce la posibilidad de que éste nos sorprenda con una conducta inesperada. Quien fuere consecuente, en suma, establece una clara correspondencia entre el verbo y la acción. Sin embargo, si nos ponemos en el caso de que todos los racistas, fanáticos religiosos u obstinados exegetas de la lucha de clases fueran en extremo consecuentes, nuestra realidad mundana terminaría por transformarse en un auténtico infierno. En ese escenario, ¡enhorabuena la inconsecuencia…!, digo yo; porque ésta, en tal eventualidad, nos permitirá un coexistir más o menos razonable.
Hitler y Stalin, por ejemplo, fueron genuinos modelos de consecuencia. Por ende, si estos “personajes” lo hubiesen sido en menor grado, se habría evitado un enorme sufrimiento a sus contemporáneos. De ahí que ser inconsecuente, en ocasiones, sea menos dañino que un actuar coherente a ultranza. Lo cual, sin embargo, no invalida la conveniencia de guiar nuestra vida a partir de ciertas convicciones y utopías; sin perder de vista, claro está, lo negativo y trágico que resulta transfigurarlas en verdaderos dogmas de fe. Y peor aún, cuando se intenta llevarlas a la práctica al precio que fuere.
En conclusión: debemos entender la consecuencia como un valor, pero no como un valor en sí mismo; a causa de que ésta puede orientarse tanto hacia el bien, cuanto hacia el mal.
Aparte de Hitler y Stalin, han existido muchos otros “prohombres” que ejercieron la consecuencia en su expresión más abominable. No obstante, también está a la vista la obra de quienes sacrificaron sus aspiraciones personales en pro del amor al prójimo; que dieron su vida por los más débiles y necesitados; que fueron, por último, altruistas y generosos en la acción. A través de ellos, la consecuencia alcanza la dimensión sublime que debemos atesorar como un valor absoluto y digno de imitar. ¡Tengámoslo presente…!”
DR. SERGIO REY (en Polar TV NOTICIAS).
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